
For the message about the cross is foolishness to those who are perishing, but to us who are being saved it is the power of God. For it is written,
“I will destroy the wisdom of the wise,
and the discernment of the discerning I will thwart.”
Where is the one who is wise? Where is the scribe? Where is the debater of this age? Has not God made foolish the wisdom of the world? (1 Corinthians 1:18-20)
What is truth? Is truth a collection of provable facts? What is knowledge? Is what we “know” limited to what we can comprehend through our five senses? How do we define wisdom? Is it the accumulation of experience from which we draw meaning? Yes, but yes “and.” It is interesting to note throughout history that what was once true is no longer. What we “know” shifts and changes and evolves. One culture’s wisdom is another culture’s myth. The same science that taught us to distrust that which cannot be “proved” is wrapped up in speculation about strings, loops, dark matter, and infinite parallel universes. Those who state if you can’t touch, smell, taste, see, or hear something it can’t be true still believe in concepts such as mercy, justice, equity, and love.
Following generations of thinkers pushing for a purely rational approach to life, more and more leading brains are exploring trans-rational and transcendent modes and means of knowing. Learning theory and brain research are regularly showing that the more we learn about the human mind, the less we actually understand. There is a whole lot more going on than we can reduce to simple principles and universals.
Christian believers are not surprised by any of this – what is wisdom of the world is foolishness with God, and the core tenets of faith will never be validated through worldly proof. Science says, “prove God,” and sadly, many theologians got sucked into the debate. Many Christians promote an image of God as an old bearded white guy in the sky and learned generations of people shake their head in mockery. Both sides engage in a simplistic and superficial game of either/or thinking, and no one convinces anyone else of anything.
The whole “dance” between science and religion, the way we are doing it is foolishness in the sight of God. God really doesn’t need us to defend or explain or prove God’s existence to anyone. If a person chooses not to believe, that it their right and they must own their decision. And while we who do believe are all called to offer what we have found to others; we don’t have to explain it or defend it or convince anyone else of our right to believe.
My experience of and relationship to God is very real for me. It gives my life meaning, purpose and direction. I am fulfilled by it, inspired by it, encouraged by it, and I would LOVE for others to experience what I experience. I love talking to others about my faith, but it has been years since I felt any need to debate anyone about what they believe. This is foolishness and not what I have been called to do.
Matthew 13 comes to mind. I am a seed sower. I share my relationship with God. Sometimes this sharing falls in fertile soil and I have wonderful conversations about God with others. But 75% of the time, my sharing hits weeds, thorns, rocks, hard soil, or gets carried away by the birds. And that is okay! I can’t force my faith on anyone else any more than I can force a plant to grow. Sure, I can nurture, and water, and encourage, and weed, but ultimately the health of what grows rests with God.
Debating, judging, condemning, arguing, and imposing is foolishness. God’s wisdom is to live one’s life with such integrity of thought, word, and action that people want to know what it is that we’ve got that they lack. Then what seemed foolish before suddenly takes root, begins to grow, and bursts forth in a new wisdom that the rest of the world probably won’t get.
Gracious God make me a faith sharer, not a faith imposer. Let me offer my truth as a gift to others, not as a topic for debate. Help me to live a balanced life that witnesses to your goodness, grace, and love. I pray this in Jesus’ name. Amen.
18 Me explico: El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios. 19 Pues está escrito:
«Destruiré la sabiduría de los sabios;
frustraré la inteligencia de los inteligentes».[a]
20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el erudito? ¿Dónde el filósofo de esta época? ¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría de este mundo?
1 Corintios 1:18-20 (Nueva Version Internacional)
¿Que es la verdad? ¿Es la verdad una colección de hechos demostrables? ¿Qué es el conocimiento? ¿Lo que "sabemos" se limita a lo que podemos comprender a través de nuestros cinco sentidos? ¿Cómo definimos la sabiduría? ¿Es la acumulación de experiencia de la que extraemos significado? Sí, pero el sí lo sigue un "y". Es interesante notar a lo largo de la historia que lo que alguna vez fue cierto ya no lo es. Lo que "sabemos" cambia y cambia y evoluciona. La sabiduría de una cultura es el mito de otra cultura. La misma ciencia que nos enseñó a desconfiar de lo que no puede ser "probado" está envuelta en especulaciones sobre lazos y nudos del tiempo, materia oscura e infinitos universos paralelos. Aquellos que afirman que, si no puedes tocar, oler, saborear, ver u oír algo entonces no puede ser verdad, pero todavía creen en conceptos como misericordia, justicia, equidad y amor.
Después de generaciones de pensadores que presionaron por un enfoque puramente racional de la vida, cada vez más cerebros líderes están explorando modos y medios de conocimiento transracionales y modelos trascendentes que sean senti-pensantes. La teoría del aprendizaje y la investigación del cerebro muestran regularmente que cuanto más aprendemos sobre la mente humana, menos entendemos realmente. Están sucediendo muchas más cosas de las que podemos reducir con principios simples y universales.
Los creyentes cristianos no se sorprenden por nada de esto: lo que es sabiduría del mundo es una necedad para con Dios, y los principios básicos de la fe nunca serán validados a través de pruebas mundanas. La ciencia dice, "prueba a Dios" y, lamentablemente, muchos teólogos fueron absorbidos por el debate. Muchos cristianos promueven una imagen de Dios como un viejo blanco barbudo en el cielo y generaciones de personas eruditas sacuden la cabeza en burla. Ambas partes se involucran en un juego simplista y superficial de pensar lo uno o lo otro, y nadie convence a nadie más de nada.
Todo este "baile" entre ciencia y religión, la forma en que lo estamos haciendo es una locura a los ojos de Dios. Dios realmente no nos necesita para defender o explicar o probar la existencia de Dios a nadie. Si una persona elige no creer, es su derecho y debe asumir su decisión. Y mientras que los que creemos estamos llamados a ofrecer lo que hemos encontrado a los demás; no tenemos que explicarlo, defenderlo o convencer a nadie más de nuestro derecho a creer.
Mi experiencia y relación con Dios es muy real para mí. Esta relación con Dios le da sentido, propósito y dirección a mi vida. Me siento satisfecho, inspirado,, animado, y AMARÍA que otros experimenten lo que yo experimento. Me encanta hablar con los demás sobre mi fe, pero han pasado años desde que sentí la necesidad de debatir con alguien sobre lo que creen. Esto es una tontería y no es lo que se me ha llamado a hacer.
Me viene a la mente Mateo 13. Soy un sembrador de semillas. Comparto mi relación con Dios. A veces, este compartir cae en tierra fértil y tengo maravillosas conversaciones sobre Dios con los demás. Pero el 75% de las veces, lo que comparto golpea la maleza, las espinas, las rocas, el suelo duro o se deja llevar por los pájaros. ¡Y eso está bien! No puedo imponer mi fe a nadie más de lo que no puedo obligar a una planta a crecer. Claro, puedo nutrir, regar, alentarla pero en última instancia, la salud de lo que crece depende de Dios.
Debatir, juzgar, condenar, discutir e imponer es una tontería. La sabiduría de Dios es vivir la vida de uno con tal integridad de pensamiento, palabra y acción que la gente quiera saber qué es lo que nosotros tenemos y lo que les falta. Entonces, lo que parecía una tontería de repente echa raíces, comienza a crecer, da sus frutos y estalla en una nueva sabiduría que el resto del mundo probablemente no obtendrá.
Dios misericordioso, haz de mi un partícipe de una fe viviente, no un impostor de fe. Permíteme ofrecer mi verdad como un regalo a los demás, no como un tema de debate. Ayúdame a vivir una vida equilibrada que sea testigo de tu bondad, gracia y amor. Oro esto en el nombre de Jesús. Amén.
Traducido por el Rev. Luis Velasquez