Daily Devotion for May 30, 2021

 

So we do not lose heart. Even though our outer nature is wasting away, our inner nature is being renewed day by day. For this slight momentary affliction is preparing us for an eternal weight of glory beyond all measure, because we look not at what can be seen but at what cannot be seen; for what can be seen is temporary, but what cannot be seen is eternal.
For we know that if the earthly tent we live in is destroyed, we have a building from God, a house not made with hands, eternal in the heavens. (2 Corinthians 4:16-5:1)


There are some realities that are very difficult for we mere human beings to deal with.  Most of us hate it when things beyond our control limit or inconvenience us.  We are even more displeased when things we cannot control do us harm.  We all age, whether we like it or not, and with each passing year (month? week? day?) we find that there are things we can no longer do, or we do them more slowly and with some aches and pains.  Illness, accident, pandemic, the neighbors barking dog or the inconsiderate motorist on the highway – these can slow us down, annoy us, or simply spoil our good mood.  And things like death, divorce, loss of job, disabling affliction, natural disaster, or physical (or emotional) violence can change our lives forever.

As we emerge from the current pandemic, I hear many people speak with relief about “returning to normal.”  I wonder what “normal” is anymore?  Is normal racism and acts of racial violence?  Is it civic unrest and insensitivity, even bloodshed?  Is it political division?  Is it economic injustice and food insecurity?  Is it inequities of employment, education, and access to medical care?  This was “normal” for a significant portion of our population before the pandemic.  Is this the normal we long for?

My deepest prayer is that the current pandemic is a wake-up call for our church.  We have been tested, we have been tried, we have been separated, and through it all we have cared for one another.  In our decisions about masking and meeting and worshiping, our primary consideration throughout has been to care for the most vulnerable and at risk among us.  It is why most of us continue to mask – we want to protect our beloved communities to the utmost of our abilities.

So, we do not lose heart, and we know that our current affliction is temporary, and we are reminded in hundreds of ways what is most important, and what is right, and what is good.  And we have a vision for what God has in store for us, and it is glorious.  But why wait?  If we know what is good and right and loving, why can’t we make this our new normal?  Why can’t we join hands and hearts and voices to work for peace, and justice, and forgiveness, and tolerance, and love, and kindness, and mercy, and make our new normal a glimpse of the heaven God has in store for us.  This is a perfect time – a time not to return to what was, but to journey forward to what God promises.  Let us truly be God’s people, transformed by our pandemic, to be a witness to God’s glory and grandeur. 

Prayer:  Reshape normal for us, O God, that we might move forward, improving, growing, healing, and transforming.  Help us to be better than we have ever been before.  We call upon your Holy Spirit to make us Pentecost people, ready to new things in new places with new people who need your grace and love.  We ask your blessing, in Jesus’ name.  Amen.


“ 4 16 Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día, 17 pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
 5.1: Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos.”                                                                                     (2 Corintios 4: 16-5:1, Reina Valera 1995)
 
Hay algunas realidades que son muy difíciles para nosotros los humanos y que tenemos que bregar con ellas. A muchos de nosotros nos disgusta cuando hay cosas que no están bajo nuestro control y nos limitan o son un inconveniente para nosotros. Mas aun, nos disgusta cuando las cosas que no podemos controlar nos hacen daño. Todos nosotros no importa la edad, aunque nos guste o no, y con cada año que pasa (mes? semana? día?) encontramos que hay cosas que ya no podemos hacer, o las hacemos más lentamente y con ciertos dolores y achaques. Enfermedades, accidentes, pandemias, el ladrido del perro de los vecinos, o los motoristas inconsiderados que manejan por la carretera---esto nos puede bajar la velocidad de nuestras actividades, disgustarnos, o simplemente arruinarnos nuestro buen ánimo. Y cosas como la muerte, divorcio, perdida de trabajo, aflicciones de incapacidad, desastres naturales, o violencia física (o emocional) pueden cambiar nuestra vida para siempre.
 
A media que vamos saliendo de la corriente pandemia, oigo mucha gente hablar con alivio acerca de “volver a la normalidad.” Me pregunto ¿cual “normalidad” si es que hay una? ¿es normal el racismo y actos de violencia racial? ¿la agitación cívica y la insensibilidad, aun el derrame de sangre? ¿la división política? ¿es normal la injusticia económica y la inseguridad de alimentos? ¿es normal la inequidad de trabajo, educación y el acceso a los servicios médicos? Esto era “normal” para una porción significante de la población antes de la pandemia. ¿Es esta la normalidad que anhelamos?
 
Mi profunda oración es que la corriente pandemia sea un llamado a despertar para nuestra Iglesia. Hemos sido probados, hemos sido tratados, hemos sido separados, y a través de todo esto hemos cuidado los unos de los otros. En nuestras decisiones acerca de usar mascara y reunirnos para adorar, nuestra consideración primaria en todo esto ha sido el cuidado hacia los mas vulnerables y aquellos que están en riesgo. Es por eso que la mayoría de nosotros continuamos usando mascarillas---queremos proteger nuestras amadas comunidades a lo máximo de nuestras habilidades.
 
De manera que, no nos desanimemos, y sabemos que nuestras aflicciones del presente son temporales, y se nos recuerda de cientos de maneras que esto es lo más importante, y lo que es mas correcto, y lo que es bueno. Y tenemos una visión de lo que Dios tiene en su voluntad para nosotros, y esto es algo glorioso. Pero ¿Por qué esperar? Si sabemos lo que es bueno, correcto, y amado, ¿porque no podemos hacer de esto nuestra nueva normalidad? ¿por qué no podemos unir nuestras manos y corazones y nuestras voces para trabajar por la paz, la justicia, el perdón, la tolerancia, el amor, la amabilidad, la misericordia, y hacer de nuestra nueva normalidad una señal del cielo que Dios tiene en su voluntad para nosotros. Este es el tiempo perfecto---un tiempo de no volver a lo que era antes, sino de caminar juntos hacia lo que Dios nos promete. Que juntos seamos verdaderamente el pueblo de Dios, transformado por la pandemia, para ser testigos de la gloria y grandeza de Dios.
             
Oración: Dale nueva forma a nuestra normalidad Señor, de manera que caminemos hacia delante, mejorando, creciendo, sanando, y transformando. Ayúdanos a ser mejores de lo que éramos antes. Clamamos a tu Espíritu Santo para que nos haga pueblo de Pentecostés, listo para nuevas cosas, en nuevos lugares, con nueva gente quienes necesitan tu amor y gracia. Te pedimos tu bendición, En el nombre de Jesus. ¡Amen!
Traducción por Pastor Jorge L Mayorga  

Author

bishopheesoojung-dec16.jpg
Hee-Soo Jung

Bishop Hee-Soo Jung has served as resident bishop of the Wisconsin Annual Conference since September of 2012. Prior to leading the Wisconsin Conference UMC, Bishop Jung served eight years as bishop of the Northern Illinois Conference (Chicago area).